El castillo, emplazado en lo más alto del cerro y construido a partir del año 1340 por Martín Alfonso de Córdoba y Montemayor. Está construido sobre las ruinas, según Pablo Moyano, de la Ulia ibérica. Adaptado al terreno, presenta una planta casi triangular. En cada uno de los ángulos del triangulo se emplaza una torre. Las torres están unidas entre si por cuerpos de fuertes muros que contiene estancias interiores, paso de ronda superior y cierran un espacio cuadrado que forma el patio de armas donde existe un aljibe. La Torre del Homenaje, de planta cuadrada, es la más antigua y “la más alta, con 20 m. de altura y 3 m. de espesor. Es de sillarejo hasta la mitad y más burda hacia su terminación, persistiendo los sillaretes en las esquinas” (Valverde/Toledo, 1987). En la parte elevada presenta pares de ventanas con arcos de herradura y alfiz y está coronada por almenas y en cada esquina tiene una garita cubierta por bóveda poligonal de ladrillo. La torre tiene dos pisos. El piso principal recibe el nombre de “Sala de la Sultana” por la riqueza ornamental que contiene.
La Torre de las Palomas o de las Armas es similar a la del Homenaje, aunque más baja. Torre Mocha recibe este nombre por carecer de almenas y, según Pablo Moyano, tiene por base los cimientos del castro ibérico y conserva partes de la edificación romana. En las torres existían calabozos y cuartos para los soldados. Las murallas del castillo tienen diez metros de alto por dos de ancho.
La fortaleza terminó convertida en palacio residencial de los duques de Frías que, con los cuidados de mantenimiento y las reformas realizadas a lo largo de los años, han conseguido que llegara hasta nuestros días en buen estado de conservación y pueda considerarse como ejemplo de la arquitectura militar de Córdoba. El castillo termina interiormente convertido en un palacio con buen mobiliario, valiosos cuadros y conteniendo un estimable archivo histórico de la nobleza que el duque de Frías, José Fernández de Velasco y Sforzza, había depositado en el castillo de Montemayor en 1943. En 1997 (tal vez para cumplir la voluntad del fallecido José Fernández de Velasco o como pago por sus herederos de los derechos de herencia) la mayor parte del archivo fue trasladado a Madrid y depositado en las dependencias del Archivo Histórico Nacional. (El traslado se realizó por motivos no muy claros y bajo la protesta de la villa de Montemayor que lo consideraba como un expolio. En la “Revista de Feria de Montemayor” (Junio de 2014), bajo el título “Los Papeles del Duque” el arqueólogo Santiago Rodero Pérez hace un extenso estudio y da una amplia información sobre todo lo relacionado con el archivo y su traslado).
El castillo es de propiedad privada y no está abierto a las visitas, pese a que está declarado Bien de Interés Cultural desde 1984. La dueña, Concepción de Silva Azlor de Aragón alegando que es residencia habitual, no está dispuesta a abrirlo al público al menos cuatro días al mes como establece la Ley. Recientemente se ha iniciado la creación, auspiciada desde el Ayuntamiento, de la plataforma “Montemayor quiere ver su Castillo” que pretende presionar para armonizar el respeto a la propiedad privada con la apertura del castillo a las visitas.
Finalmente, si el castillo está bien conservado, también hay que reconocer la labor realizada de urbanización del entorno (Calle Barruelo, Duque de Frías, plaza de Rafael Alberti…) que, a mi parecer, dota de armonía a toda la zona donde se asienta el castillo y permite recrearse en su contemplación