Castillo de Gahete (Belalcázar)

 

 

El municipio de Belalcázar está enclavado en el extremo occidental de la comarca cordobesa de Los Pedroches, a unos 100 km al NO. de la capital en un paisaje, relativamente llano, de suelos graníticos con ligeras ondulaciones y una elevada altura media. Aunque en el término municipal se han detectado restos que se remontan a la prehistoria, la población actual tiene sus orígenes en la época islámica siendo conocida con el nombre de Gafiq (que fue capital de la cora de Fahs al-Ballut o Llano de las Bellotas) y poco después, entre los siglos XIII y XV se denominó Gahete. 

 

El castillo está situado al N. del pueblo separado por el arroyo de Caganchas. En época emiral se fundó en el lugar una medina conocida como Gafiq que contaba con una alcazaba de granito. En el siglo XI la fortaleza fue refortificada con lienzos de mampuestos de pizarra de la zona. Tras la conquista de Toledo por Alfonso VI en el 1085, se reforzaron las defensas de Gafiq con lienzos levantados en tapiales sobre zócalos de mampuestos, provistos de torres albarranas.

 

Después de la conquista cristiana el enclave cambió su nombre por el de Gahete y fue cedido para su ocupación y repoblación al propio concejo de Córdoba. Las obras acometidas durante los siglos XIII y XIV se limitaron a la reparación de sus muros con forros de mampostería, pues pronto decayó su valor estratégico al trasladarse la frontera al S. del Guadalquivir. 

 

Tradicionalmente, se ha venido atribuyendo la construcción del nuevo castillo señorial a D. Gutierre de Sotomayor el fundador del señorío, pero no hay ningún documento escrito que confirme esta hipótesis. Parece más plausible adscribir su construcción a D. Alfonso de Sotomayor y su esposa, Dña. Elvira de Zúñiga.

 

Este primer edificio responde a la necesidad de mantener las tierras del señorío frente a los fallidos intentos de recuperación violenta por parte de los miembros de la nobleza cordobesa. Pero los accidentados avatares del linaje tras la repentina muerte de su titular, en 1464, provocaron que la tutoría del señorío quedara en manos de Dña. Elvira, quien logró la consolidación del señorío promoviendo una intensa remodelación de la primitiva fortaleza que quedaría transformada en un impresionante edificio de carácter palatino, dotado de un vistoso patio porticado con alfarjes ricamente ornamentados, amplios ventanales al exterior y, sobre todo, con el recrecido de los dos pisos superiores de la torre del homenaje, hasta alcanzar los 47 m de altura; está provista de ocho escudos con el emblema de los Sotomayor labrados en las monumentales escaraguaitas.

 

El esquema general del castillo responde al diseño habitual de las fortificaciones señoriales bajomedievales: un edificio cerrado, muy consistente flanqueado por torres en lienzos y esquinas que encierra un patio central abierto en torno al cual se distribuyen las estancias de carácter residencial y en cuyo centro se ubica un aljibe. Sin duda, el elemento más destacable es la gran torre del homenaje situada en el centro del lienzo oriental. Su construcción corresponde a dos momentos distintos, aunque sucesivos. De planta casi cuadrada está realizada con muros de 4,20 m de espesor que encierran en su interior unas estancias cuadradas. Las únicas aberturas al exterior corresponden a dos estrechas aspilleras que sirven para iluminar los tramos de escalera de caracol labradas en el muro oriental, pertenecientes a los dos pisos inferiores. Por debajo de la primera planta, la torre tiene un profundo aljibe. Las tres cámaras interiores tienen suelos de madera sostenidos por dos líneas de canes empotradas en muros opuestos y reforzados con arcos fajones. La comunicación entre los diferentes pisos se realizaría a través de escaleras de caracol labradas en el grosos de los muros. El único punto de entrada original a la torre estaba en su tercera planta, en el flanco S., accesible sólo a través del adarve de la muralla, aunque el aspecto actual es consecuencia de una reparación posterior.

 

Curiosamente, sorprende la ausencia de elementos adaptados al empleo de artillería de pólvora teniendo en cuenta la fecha de construcción de la fortaleza, que se ha explicado por las prioridades seguidas en el momento de su diseño, basadas en la propia evolución del señorío y de las particulares circunstancias familiares de sus titulares. 

 

Importantes reformas se acometieron en el edificio original tras la muerte de D. Alfonso de Sotomayor que tuvieron como finalidad acondicionar el castillo para su uso como palacio o residencia, aunque sin perder la función representativa del poder señorial. Las modificaciones llevadas a cabo afectaron al interior de las torres y también al patio con la incorporación de nuevas crujías interiores, con grades ventanales al exterior abiertos en los muros macizos. La reforma más espectacular fue la culminación del cuerpo superior de la torre del homenaje, cuyo punto de inflexión se sitúa a dos tercios de su altura total, consiguiendo un total de 47 m, lo que la hace más alta de España, dotándose de nuevos elementos arquitectónicos y ornamentales con grandes ventanales, matacanes y, sobre todo, las ocho escaraguaitas dispuestas en el centro y las esquinas. Las escaraguaitas tienen una altura desmesurada, pues las centrales ocupan la totalidad de los pisos superiores, constituyendo la imagen por excelencia del castillo; el centro de su decoración está compuesto por los motivos jaquelados de las armas de los Sotomayor, mientras que su base está decorada con argollas, cavetos, arquillos trebolados, etc. La parte superior estaría rematada por almenas que fueron desmontadas en 1810 por los franceses.

 

Hace unos años el castillo fue adquirido por la Junta de Andalucía con el objeto de proceder a su restauración y puesta en valor, habiéndose desarrollado diversas investigaciones que son claves para acometer con éxito esa recuperación.